Este es el mirador de la colina del parque Greenwich, donde están el famoso observatorio y la línea del tiempo. Las obras en curso son para los Juegos, aquí se harán las pruebas de hípica. Los edificios de corte clásico que se ven son, en primer término, la "casa de la reina" y el Museo Marítimo, y detrás con las torres, el Old Royal Naval College, donde hay una universidad. Cruzando el río está la zona de negocios de Canary Wharf. Si ampliáis la foto veréis hacia la izquierda los palos del barco de vela Cutty Sark, que se quemó hace unos años y volvió a abrir hace poco. El centro de Londres queda también a la izquierda, a lo lejos, ya fuera de la foto.
¡Eh! ¡Espera! ¡No te vayas! ¡Un momento! Nada, no. Estuve un buen rato paseando por el parque de Greenwich. Quizás por ser la mañana de un viernes, salvo en la zona del observatorio, llena de turistas, no había tanta gente. Había dos helicópteros que no dejaban de sobrevolar la zona, eso sí. Miré hacia el río y vi un portaaviones ligero avanzar por el Támesis aguas arriba, todo un espectáculo. Igual que los robles centenarios. Llegué luego a un jardín de flores lleno de atrevidas ardillas. Tanto, que una de ellas se me encaramó a la pierna, pero viendo que no tenía comida, se llevó una garra ofendida al corazón, y se marchó al trote.
Esta es la sala "dedicada" a los españoles en el Museo Marítimo. En una expositor hay una carabela, una cruz con un Cristo clavada en la arena junto a unas espadas, un morrión, una calavera y un chorretón de sangre. En esta vitrina una pila de oro representa la "visión" hispana de América. Uno de los textos lee así : "La exploración española de América del Sur estuvo motivada casi en exclusiva por la busca de oro." Sigue con Pizarro y la devaluación de la moneda, y olvida la aventura de Cortés, las dudas de Carlos V sobre lo que se había hecho, las razones de Francisco de Vitoria,... en fin. Estos tíos nunca cambiarán.
Cogí el Metro, el Tube londinense, cosa que no había hecho y que me hizo ilusión, y me planté en Abbey Road. Que digan lo que quieran los profanos, para un fan de los Beatles como yo, esto es una experiencia. Y no era el único allí, ni mucho menos. Los conductores aguantan con paciencia (o no) a todos aquellos que se acercan a imitar a los cuatro de Liverpool cruzando la calle. La otra atracción es el estudio de grabación, al que no se puede acceder libremente, y que tiene sus muros llenos de pintadas, todas del último año, por cierto. Repintan a menudo pero da igual, siempre habrá una pareja como la de la foto dispuesta a escribir su nombre, o el título de una canción, o una dedicatoria: "All you need is love", "Ringo", "Let it be", "Thank you, guys!", "Come together", "Imagine" (da igual que esta canción sea de Lennon en solitario) y un largo etcétera. Y yo... no, yo no escribí nada, aunque lo pensé.
Esta foto salió de casualidad. Intentaba sacar la calle de Oxford, llena de gente, con sus tiendas, con sus banderitas, cuando la chica se puso delante. Me di un buen paseo por Londres, es una ciudad que no se acaba. De Abbey Road, pasando por Baker Street, donde un actor vestido de bobby guardaba la entrada a la casa de Sherlock Holmes, a Hyde Park, donde apenas me detuve, hasta la populosa Oxford Street y el Soho, horas de camino. De la foto decir que las banderas están con motivo del sesenta aniversario de la subida al trono de la reina Isabel II.
Impresionante vista del interior del Museo Británico. La cúpula y el edificio central, diseñados por el equipo de Norman Foster, han redefinido el patio de acceso a las salas. Es también la plaza pública cubierta más grande de Europa. En un banco me senté a descansar, luego empecé la visita. En el patio tienen el pie de una columna de un palacio de Persépolis, una estela con un rey de Babilonia, dos tótems de los indios del noroeste americano..., es espectacular. Productos también, en ocasiones, de un expolio cultural que ellos, que nos critican, parecen no plantearse. Tuve tiempo de ver un par de salas nada más, quedaba poco tiempo para el cierre. Este museo promete horas de visita. La próxima vez que me acerque a Londres volveré, casi, casi seguro.
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