Era la noche de los villancicos en la catedral y estábamos invitados. Había bastante gente esperando cuando llegué. En la cola, una niña jugaba con un puntero láser verde. Niña, se te va a acabar la pila, pensé, como si fuera mi padre. Cool. La catedral estaba iluminada, había un árbol con luces amarillas y un belén bastante desangelado (o sea, que no tenía ningún ángel), cerca de la entrada. Pillé buen sitio. Estuve enredando con la cámara mientras llegaba la gente, en los minutos en que la banda del Ejército de Salvación estuvo tocando. El pastor anglicano anunció que no se podían tomar fotos durante el servicio religioso, y empezó.
Las velitas que nos dieron ya estaban encendidas y se fueron apagando las luces eléctricas. El coro se había situado detrás de nosotros pero no lo sabíamos, así que el efecto de la música en la semioscuridad fue mayor. Concluido el villancico, el coro avanzó hasta ponerse delante y todos nos levantamos para cantar. Cuando este terminó, volvieron las luces y dejamos las velas para el final. Lo que vi entonces fue una misa laica, a pesar de la Biblia y las canciones, una misa para curiosos. Una cosa, un objeto bien hecho pero algo manido. Sólo el coro gospel que se unió más tarde le puso emoción al asunto, con sus dos canciones. Lo mejor, para mí, fue la comunión de confesiones porque allí participaban responsables anglicanos, católicos, pentecostalistas, metodistas. It was nice.
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